Ayer me enfrenté a la primera jornada del año tras el
blackbass sabiendo que, como siempre en estas fechas, arrancar simplemente una
picada iba a ser harto complicado. A decir verdad, iba con más esperanzas dado
este suave invierno, aunque el día en concreto no acompañaba demasiado: las
temperaturas habían bajado ligeramente y las nubes y la lluvia nos incomodarían
buena parte de la jornada. Aún con esto, el día fue de lo más entretenido.
Nada más meternos en el agua, después de embarrar caminos
(de varias maneras), pude notar la primera descarga desde el extremo de la
línea. Al segundo lance ya había tenido una picada, demasiado agresiva, que no
se volvió a repetir. Lo seguí intentando de la misma forma, produciéndose
varias picadas más hasta conseguir ver el primer pez. Ese primer pez no
conseguiría llevármelo a las manos, solo se acercó casi hasta mis aletas para
perseguir mi señuelo, entregándome la llave del que a la postre sería el mejor
pez del día.
Uno acude a pescar en estas fechas (3 de enero) con la
consciencia, y el rigor que te da la experiencia, de que los peces deben andar
muy inactivos, parados en sus apostaderos, realizando el menor gasto calórico posible para comer. Pero yo ya no sabía si estaba en plena prefreza o en lo más crudo
del invierno.
Fueron saliendo algunos peces con vinilo, pescando tal y
como habíamos pensado en un principio. De entre peces pequeños apareció un buen
pez en manos del amigo Blas, que también logró comenzar el año a lo grande.
Después de ese notable pez se produjo un parón que coincidió con la hora del
bocadillo. Repusimos fuerzas (unos más que otros) y de vuelta al lío.
Las picadas se tornaron mucho más difíciles de conseguir por
la tarde, desapareció por momentos el aire y hubo un pequeño bajón de las
temperaturas acompañado de llovizna. Así, volvimos a presentarnos en la zona
que nos había ofrecido el mejor pez del día, y no tardó en hacer aparición otro
pez de cierto tamaño.
Alertado por aquel animoso pez que había conseguido ver a la
carrera por la mañana, me propuse pescar con spinnerbait, un señuelo quizás más
apropiado para otras fechas pero que el sentido común me hacía proponer a los
peces. De esta forma, a los pocos lances pude notar una tremenda picada que en
un primer momento me pareció de un buen bass pero que enseguida quise advertir
como de un lucio.
Fueron unos segundos de unos arranques por el fondo muy
brutos. El pez en ningún momento subió a la superficie, no tenía ganas de acrobacias.
Llegado un punto en la pelea fui yo el que conseguí levantarlo para ver de qué
pez se trataba, observando como un enorme bass, amarillento, prendía de mi
spinner. Fue entonces cuando Blas, hábil con la sacadera, logró agarrarlo.
No estuvo tan hábil con la cámara, o sí, ya que todas las
fotos salieron borrosas gracias a una gotita posada en el objetivo. Menos mal
que el más perjudicado fui yo y mi cara, el pez se ve bien en alguna.
Luego, la lluvia nos hizo encaminarnos al coche, pescando
rápido sin obtener ninguna respuesta más, pero “es enero, qué más se puede
pedir”.