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NUEVO RÉCORD DE BLACK BASS

Este año volví a batir mi nuevo récord de black bass. Los 3kg ya están más cerca.

BLACK BASS PREFREZA EN PEQUEÑAS MASAS DE AGUA

Una breve explicación de cómo afronto estos días pescando en sitios de pequeñas dimensiones

¿YA NOS OLVIDAMOS DEL SENKO?

Ya no se habla del senko, o se quiere hablar. Modas.

UN BUEN SUSTO

En el momento más inesperado me topé con un enorme barbo que puso a prueba mi equipo

domingo, 3 de diciembre de 2017

El pez del año

Resulta manido el comentario que utilizamos los pescadores para referirnos siempre a la libertad y a la vía de escape que nos supone estar a pie de agua. Pero es que no hay nada más cierto.
Atrapado en Madrid, disfrutando del metro y sus gentes, uno valora hasta los altares la capacidad de poder regresar a Extremadura y gozar de una jornada de pesca.

Para mí lo secundario nunca suelen ser los peces, sería un ejercicio de hipocresía expresarme así. Los peces, los grandes, son la prioridad, casi siempre. Este sábado fue distinto.
Necesitaba estar con mi caña en la mano, en el agua, pescando con jig y sin mirar el móvil durante unas horas. El sábado, los peces eran secundarios. Quizá por eso, la captura que narraré a continuación tuvo un sabor que no había alcanzado a degustar este año, ni siquiera cuando hace algunas semanas pude sacar un pez cercano a los 3 kilogramos.

Necesitaba pescar con jig, simplemente porque es mi señuelo favorito, sin atender a razones ni lógicas, aunque también las tenía. Y en esas, llegaron los dos primeros peces de la mañana, engañados en una larga lengua con caída hacia los costados. Peces pequeños, pero que me animaban a continuar buscando una captura mejor en una jornada hasta el momento aciaga para mí y mis compañeros.

Tras haber tocado la zona en la que más esperanzas albergaba, me dirigí a una estructura que, aunque nunca me había dado ningún pez de calidad, reunía unas condiciones idóneas.
Así, y tras un lance largo bordeando la zona caliente pude sentir una leve picada. En esas, y como tantas veces sucede sobre todo en aguas tomadas, el pez comenzó a correr hacia mí, complicando la clavada en primera instancia y posteriormente negando la oportunidad de adivinar si se trataba de un ejemplar de calidad o de otro pez pequeño. Entonces un amago de salto encendió mis nervios. Un minuto interminable después el pez estaba en mis manos. De primeras, la sensación fue la de haber rozado de nuevo la gloria de un pez excepcional. Y lo era, al menos en cuanto a las dimensiones de su cabeza; el cuerpo era otra historia. 


Aún así, la recordaré (a falta de un mes) como posiblemente la captura que más ilusión me ha hecho este año. Una boca y una cabeza para no olvidar.


domingo, 26 de junio de 2016

¿Por qué no pican en junio?

Sólo hay que echar un rápido vistazo al Facebook o a la tabla clasificatoria de las competiciones de bass realizadas en junio para darnos cuenta de que no es uno de los mejores meses para disfrutar del black bass.  Pero, ¿por qué?

Yo siempre tiendo a relacionar la actividad del bass con los patrones estacionales. En este caso, junio es un mes claramente de postfreza: los peces comienzan a abandonar las orillas y más adelante se van colocando en posturas veraniegas. Es por eso, por ser un mes de transición, que los resultados suelen resultar muy poco pronosticables, pudiendo encontrar peces en multitud de enclaves, sin un patrón claramente definido, aunque en mi experiencia sí que podemos establecer algunas pautas para tener un buen porcentaje de éxito en según qué circunstancias.

En ésta época puede parecer que los peces se olvidan de comer y se limitan a descansar de las tareas llevadas a cabo anteriormente. Comerán en momentos concretos, y seguramente menos de lo que deberían. No resulta extraño encontrarse en estas fechas con peces extremadamente delgados debido a esa alimentación esporádica.



Como casi todo el año, los mejores momentos se sucederán a primera hora de la mañana y a última de la tarde. Sin embargo, en concordancia con ese errático comportamiento, no es descartable localizar grandes peces en las horas más centrales. El pez de la foto que muestro a continuación, por ejemplo, fue capturado al mediodía en una zona de apenas medio metro de profundidad.

Bass capturado con superfluke en una zona de sombra


Eso sí, aguardaba en una zona de sombra, resguardada de cualquier ajetreo. Son estas zonas de sombras, tranquilas, los mejores apostaderos para el bass en estas fechas. Del mismo modo, podremos encontrar buenos peces, como casi siempre, rondando las coberturas más densas, en las que habremos de engañarlos por reacción, introduciendo nuestro señuelo de forma meticulosa entre cada rama.

Un aspecto capital en estas fechas es adaptar nuestras técnicas al comportamiento del bass. Si eres un pescador de “power fishing” y no recibes ni una sola picada en todo el día pescando de esta forma no es que “los peces no pican”, sino que no estás pescándolos de la forma correcta.

Conviene manejar los señuelos de forma más lenta de lo que lo hacemos habitualmente, dando oportunidad a esos peces “pasotas” de tomar nuestro engaño. Yo, que soy un pescador bastante inquieto, a veces, previendo también esa actitud cambiante de los peces, prefiero optar por tocar muchas zonas de forma más rápida hasta dar con algún pez activo. Esta actitud me ha dado buenos resultados en jornadas en las que pescar metódicamente la zona que parecía idónea no producía picadas, o las que producía no eran francas. Así, por ejemplo, logré hacerme con este "rollizo" pez de algo más de dos kilos, que agarró con fuerza mi jig cerca de unos pequeños algueros nada más tocar el señuelo el agua.







Según se acerque el verano para el bass irán cambiando de comportamiento, suspendiéndose y siendo relativamente más sencilla su pesca, ya que su actividad aumentará. En cualquier época, por supuesto, no podemos obviar la oportunidad de encontrar a los peces en las estructuras más claras de nuestros sitios de pesca. Los desniveles, cauces, islas, lenguas…serán siempre apostaderos que albergarán peces en mayor o menos grado de actividad.


Ahora solo queda tirar de paciencia, mentalizarse la noche anterior de que engañar un solo bass estará complicado, y tratar de adaptarnos a las condiciones concretas del escenario y todo lo que en él acontezca en nuestra jornada. Que la suerte os acompañe.





domingo, 12 de junio de 2016

Tras las grandes hembras de postfreza

Hace ya alguna semana pude pegarme un homenaje de los que todo pescador debería disfrutar al menos una vez al año. Me tocaba ir sólo, a una zona notablemente concurrida y con unos peces que, era de suponer, estarían muy “tocados”.

La mañana no arrancó de la mejor forma, ya que me tocó dejar el coche a muchos minutos andando de la zona de pesca y, para mayor desdicha mía, tuve que hacer el camino caminando entre la primavera. Así, yo, que soy un inconsciente, acabé con el pantalón de chándal y  las zapatillas tal y como si me acabase de pegar un baño con ropa. Deseando que el sol azotase con fuerza para que se me secase la ropa proseguí andando hasta llegar a una zona que me inspirase confianza, ya que las zonas recién inundadas por la crecida repentina del embalse no parecían albergar peces, y menos teniendo en cuenta la época en la que nos encontrábamos, en la que la distancia de los peces con respecto a la zona de freza no suele ser excesiva.

La mañana no comenzaba bien: calado, cansado, y con la alergia haciendo acto de aparición, tampoco me acompañó la suerte en el primer lance pesquil de la mañana, que se saldó con un buen bass escupiendo mi jerkbait blando delante de un arbolito; no volví a saber de ese pez.
Para pescar desde orilla, en esta fecha, me gusta llevar dos cañas, una médium heavy y una médium light de spinning para pescar con señuelos más reducidos si la cosa se pone fea.

Fui sacando varios basses de tamaño medio hasta llegar a una zona de pizarras que proporcionaban una sombra en la que había, al menos, dos metros de profundidad. Lanzo pasadas las pizarras, dejo caer el vinilo lentamente y mientras va cayendo veo como un buen bass se lo zampa con parsimonia y tranquilidad, como degustándolo, así que con la misma tranquilad clavo. El lío vino después, y es que lo había clavado con la caña de finesse y un flurocarbono de 5 libras que debía sobrevivir a un pez de casi dos kilos y medio y a una retahíla de pizarras y ramas…Tras una lucha de esas en las que pocos puedes hacer aparte de intentar reconducir al pez levemente donde tú quieres, logro hacerme con un pez enorme, una hembra desovada que no llegué a medir, pero que se antojaba larguísima. Tras unas pobres autofotos y un vídeo, al agua de nuevo. 2'450 pesó finalmente.



Luego, las picadas se fueron sucediendo, la mayoría de ellas de peces de buen tamaño, rondando el kilo y medio. La técnica fue variando a lo largo del día, pasando de tomar con franqueza jerkbaits blandos, a comerse el jerk duro totalmente parado o, con el sol en todo lo alto, a sólo hincar el diente a pequeñas lombrices a la caída.



Una jornada de lo más entretenida, que acabó con la rotura de línea de otro buen pez que, tras ser clavado, se dirigió rápidamente a un árbol en el que defenderse.



domingo, 10 de abril de 2016

Desde barca no pican

Desde barca no pican. Ni desde pato, ni desde orilla. Al menos ese día.

¡Qué día!

Un día casi idílico, al menos para nosotros. Finales de marzo, los peces "supuestamente" en prefreza y con la obligación de alimentarse, pensábamos nosotros. Con un sol radiante y una ligera brisa.
El resultado tras tocar minuciosamente multitud de enclaves del embalse fue de cero. Y no fue por no intentarlo. Estructuras de profundidad, puntas principales, secundarias, reculas largas, reculas cortas, con arroyos, sin ellos, con algas, sin ellas...
Solo un par de picadas infructuosas en todo el día...Eso el que tuvo más fortuna, que es también casi siempre el mismo, y no puede ser casualidad.

Pero como bien nos tienen acostumbrados, estos peces son imprevisibles. A veces, incluso, parece que se ríen de nosotros. Aunque al final todo guarda cierta lógica.

Ya casi dando por finalizada la jornada, nos bajamos de la embarcación a saludar a unos amigos que pescaban desde orilla y que habían tenido prácticamente idéntico resultado.
Entonces, le pido a César (que llevaba al igual que yo todo el día sin picada) su caña. Era solo por verla y comprobar qué tal lanzaba el carrete. El equipo era una maravilla: Daiko Borroughs y Daiwa T3, así que me animé a echar un lance. El primero fue excesivamente corto ya que el carrete estaba sin hilo, así que recogí rápidamente para procurar hacer uno largo que al menos me diese alguna opción de catar uno de esos esquivos peces.

Lanzo lo más lejos que puedo, dejo caer el superfluke al fondo y le imprimo un par de toques para que ejecute su característico zigzag. Lo vuelvo a dejar caer, y entonces, mientras asisto con estupor, veo como la línea comienza a desplazarse lateralmente de manera rápida. Confirmo que hay algo al otro lado y clavo con fuerza. La caña hace el resto. Unos cuantos saltos después, y entre las risas y la normal incredulidad del personal, allí estaba la bonita hembra que puso el broche a un día de pesca duro. Pero duro de los de verdad.



Aunque no todo es suerte, ni fortuna ni, por supuesto, casualidad. Ese pez no estaba allí por accidente para arreglarme el día. Lo estaba porque la zona guardaba comida, un pequeño escalón de acceso al cauce del arroyo, y unas pizarras de lo más sugerentes.

La casualidad fue mía, no del pez.




lunes, 4 de enero de 2016

Primera salida de 2016: esto no es invierno (?)

Ayer me enfrenté a la primera jornada del año tras el blackbass sabiendo que, como siempre en estas fechas, arrancar simplemente una picada iba a ser harto complicado. A decir verdad, iba con más esperanzas dado este suave invierno, aunque el día en concreto no acompañaba demasiado: las temperaturas habían bajado ligeramente y las nubes y la lluvia nos incomodarían buena parte de la jornada. Aún con esto, el día fue de lo más entretenido.

Nada más meternos en el agua, después de embarrar caminos (de varias maneras), pude notar la primera descarga desde el extremo de la línea. Al segundo lance ya había tenido una picada, demasiado agresiva, que no se volvió a repetir. Lo seguí intentando de la misma forma, produciéndose varias picadas más hasta conseguir ver el primer pez. Ese primer pez no conseguiría llevármelo a las manos, solo se acercó casi hasta mis aletas para perseguir mi señuelo, entregándome la llave del que a la postre sería el mejor pez del día.

Uno acude a pescar en estas fechas (3 de enero) con la consciencia, y el rigor que te da la experiencia, de que los peces deben andar muy inactivos, parados en sus apostaderos, realizando el menor gasto calórico posible para comer. Pero yo ya no sabía si estaba en plena prefreza o en lo más crudo del invierno.

Fueron saliendo algunos peces con vinilo, pescando tal y como habíamos pensado en un principio. De entre peces pequeños apareció un buen pez en manos del amigo Blas, que también logró comenzar el año a lo grande.



Después de ese notable pez se produjo un parón que coincidió con la hora del bocadillo. Repusimos fuerzas (unos más que otros) y de vuelta al lío.
Las picadas se tornaron mucho más difíciles de conseguir por la tarde, desapareció por momentos el aire y hubo un pequeño bajón de las temperaturas acompañado de llovizna. Así, volvimos a presentarnos en la zona que nos había ofrecido el mejor pez del día, y no tardó en hacer aparición otro pez de cierto tamaño.




Alertado por aquel animoso pez que había conseguido ver a la carrera por la mañana, me propuse pescar con spinnerbait, un señuelo quizás más apropiado para otras fechas pero que el sentido común me hacía proponer a los peces. De esta forma, a los pocos lances pude notar una tremenda picada que en un primer momento me pareció de un buen bass pero que enseguida quise advertir como de un lucio.
Fueron unos segundos de unos arranques por el fondo muy brutos. El pez en ningún momento subió a la superficie, no tenía ganas de acrobacias. Llegado un punto en la pelea fui yo el que conseguí levantarlo para ver de qué pez se trataba, observando como un enorme bass, amarillento, prendía de mi spinner. Fue entonces cuando Blas, hábil con la sacadera, logró agarrarlo.





No estuvo tan hábil con la cámara, o sí, ya que todas las fotos salieron borrosas gracias a una gotita posada en el objetivo. Menos mal que el más perjudicado fui yo y mi cara, el pez se ve bien en alguna.

Luego, la lluvia nos hizo encaminarnos al coche, pescando rápido sin obtener ninguna respuesta más, pero “es enero, qué más se puede pedir”.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

3.140 kg de Bass

No sé si me ha llegado muy pronto o muy tarde, pero ya lo tengo. No era una obsesión, pero si una prioridad en cada una de mis jornadas de pesca. No salgo a por un pez de 3 kilos, eso es casi una utopía, pero sí que salgo a por los grandes, siempre. Es una forma de entender esto a veces un poco estresante, de hecho, quizás últimamente no estaba disfrutando tanto de algunos buenos peces como debería, siempre exigiéndome más. Lo mismo este pez me hace “relajarme” de algún modo. Algún que otro mamón tiene la culpa de que tenga esta mentalidad: y se lo agradezco, porque sí, salgo a pescar para divertirme prioritariamente, pero como en casi todo me gusta mejorar e ir avanzando.

Sé que es mucha casualidad toparme con un pez así, al igual que tenía la sensación de que en algún momento me iba a topar con uno. Era cuestión de tiempo. Y lo mismo ha sido demasiado pronto, pero el que me conoce y ha pescado conmigo sabe que no habrá sido por intentarlo, por pesado. En bastantes jornadas anteriores, que pude compartir algunas de ellas con amigos de este mundillo, ya había perdido peces notables, quizá (casi seguro) no tan grandes como éste, pero sí de mucha calidad. Recuerdo, al menos, 4/5 veces de ruptura de la línea (20 lb) por parte de algunos peces que se antojaban bastante gordos. Alguno de ellos aún me quita el sueño. Del mismo modo, perdí alguno ya casi en las manos.
Seguro que habéis tenido la sensación alguna vez de estar en comunión con algún escenario de pesca en particular, pues esa es la sensación que tenía yo en mis últimas jornadas pescando este sitio. Parecía tenerlo controlado casi todo, localización, técnica, señuelo, horas más productivas…Sabía qué era exactamente lo que querían y cómo lo querían, y muy pocas veces a lo largo del año puedo decir eso con tal franqueza. Por eso decidí ir un día más, a mediados casi de diciembre, a sabiendas de que los peces estarían notablemente más apáticos y que, posiblemente, ya había perdido mis mejores oportunidades con aquellos peces que fueron más listos que yo en jornadas atrás.

Así que me dispuse a pescar, entrando al agua más tarde que de costumbre, esperando a que los primeros rayos de sol hicieran acto de presencia. El sol, como ya había advertido en anteriores jornadas, era clave en la búsqueda de peces de calidad. Empecé pescando zonas que en otoño albergaban muchos peces, pero ahí no había nada que hacer. Los peces “kileros” había desaparecido, el agua estaba ya demasiado fría. Así que empecé a pescar las zonas en las que tenía mayor esperanza. Al poco de empezar a pescarlas logré el primer pez del día, el que sería el más pequeño de los dos que lograría atrapar (2.300 kg), y el que me dio el patrón para poder hacerme luego con mi nuevo pez récord. Lo engañaría orillado, en aproximadamente un metro de agua, tal y como lograría luego la otra pieza. Unas fotos rápidas y al agua.




Luego decidí pescar una zona que es un paso constante de peces gordos durante casi todo el año. A veces están y a veces no, o sí, pero no siempre dan la cara. Afronté este escenario a la hora clave: a la una y cuarto del mediodía empecé a pescar. Fui tocando distintas zonas hasta llegar a la que me brindaría la picada. El toque del pez fue de lo más sutil, casi imperceptible, pero logré clavar con contundencia al ver cómo el hilo salía despedido hacia un lado. Luego pasaron unos segundos de lo más desquiciantes: hablando con algún amigo, estos comentan que ellos prefieren no ver un pez si luego lo van a perder. Yo opino lo contrario, prefiero verlo. No hay nada más angustioso para mí que esos instantes en los que el pez empieza a correr como un loco por el fondo, yo necesito verlo cuanto antes, al menos verlo, aunque luego se pire en la primera acrobacia. Después de unas carreras brutales, de esas que solo puede hacer un black bass, logré verlo. Dio, bueno, intentó saltar, algo que yo no iba a facilitar en absoluto. Lo intentó en innumerables ocasiones sin que yo fuera capaz de sujetarlo en alguna de ellas. Segundos después, llega ese momento de decidir en qué preciso instante me lo llevo a las manos. Es otro momento crucial, ahí el más mínimo fallo (agarrar la línea, forzarlo durante un salto…) puede ser fatídico. Y fallé en primera instancia, lo quise arrimar a mí antes de lo que él tenía previsto y justo a escasos 30 centímetros de mis manos volvió a correr hacia el fondo sacándome algún metro de hilo. Después de esa carrera se acabó, recuperé línea rápidamente y levantándolo a pulso lo coloqué en mi mano derecha. Ese momento, esa boca, no se me olvidará jamás. Intuía que podía andar cerca de los tres, pero la báscula me ofreció rápido la respuesta: 3.140 kg.








Anduve nervioso como una hora más después de la captura, tanto que perdí algún pez más no sé de qué manera.


Ahora solo queda volver a tener esa pizca de suerte necesaria para cruzarte con un pez de estos y que, en ese preciso momento, todo se ajuste a la perfección. Lo mismo no llega nunca más, quién sabe. Lo peor, como casi siempre en estos casos (iba solo), son las fotos. La cámara, sin batería y el móvil haciendo lo que podía. El móvil, que es un troll tremendo, incluso llegó a decirme nada más coger el pez que la cámara no estaba disponible. Para mi suerte, se recuperó y dejó de jugar conmigo. Las fotos fueron obra de un anciano que casualmente paseaba por allí y que parecía tocar un móvil por primera vez. Fue muy amable aguantándome a mí y mi nerviosismo.  Espero no haberos aburrido demasiado con esta crónica tan poco detallada en la que, más que nada, he querido transmitir una sensación, algo que los que no pescan éste pez casi seguro que no comprenden.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Sol y claros: no voy de pesca

Seguro que no soy el único que oye de parte de algún familiar o amigo que sabe de mi pasión aquello de “vaya sol, qué buen día de pesca tienes hoy!”, y no. Para mí un buen día de pesca, entendiendo la pesca como ir a sacar el mayor número de peces (grandes si puede ser) posible, no es aquel en el que el sol brilla en todo lo alto, no se atisba ninguna nube presenciando la escena y, además, el viento no se hace notar.

Esos días son extraordinarios para disfrutar del campo, de la naturaleza, y de la calma y tranquilidad que estos ofrecen, pero no para ir a PESCAR.

Pez con montaje wacky en un día duro, sin viento, ni nubes



Para coger las cañas prefiero un día gris, feo, de esos en los que el viento incomoda. Tampoco le hago ascos a una pequeña llovizna, ni a esos instantes de frenesí antes de la tormenta.

Nubes y viento


Son muchos los días de este  año en los que he podido vivir uno y otro extremo, y la diferencia de resultados se antoja abismal. En días oscuros y con brisa, el abanico de posibilidades se multiplica por mil, haciendo mucho más sencillo el engaño. En el otro caso, tendremos que armarnos de paciencia para conseguir alguna picada. Si además, al sosiego reinante le unimos que el agua goza de una transparencia absoluta, nuestras opciones descenderán de manera drástica.

En mi experiencia existen dos extremos para obtener picadas en estos días de tranquilidad acuática absoluta: utilizar montajes finesse, dando tiempo al pez para tomar el señuelo, o todo lo contrario, pescar por pura reacción, con jigs (mayormente a la caída), jerk duros movidos de manera errática, o un señuelo de superficie movido a toda prisa.


Así que, si podéis elegir días para ir a pescar, tomádlos grises, que sientan mejor. O tomádlos todos.

Un pez reciente con jig a la caída en un día "muerto". Picó en un pico de actividad del viento.