blogroll

SÍGUEME EN INSTAGRAM

Encontrarás más fotos de cada salida de pesca

NUEVO RÉCORD DE BLACK BASS

Este año volví a batir mi nuevo récord de black bass. Los 3kg ya están más cerca.

BLACK BASS PREFREZA EN PEQUEÑAS MASAS DE AGUA

Una breve explicación de cómo afronto estos días pescando en sitios de pequeñas dimensiones

¿YA NOS OLVIDAMOS DEL SENKO?

Ya no se habla del senko, o se quiere hablar. Modas.

UN BUEN SUSTO

En el momento más inesperado me topé con un enorme barbo que puso a prueba mi equipo

miércoles, 16 de diciembre de 2015

3.140 kg de Bass

No sé si me ha llegado muy pronto o muy tarde, pero ya lo tengo. No era una obsesión, pero si una prioridad en cada una de mis jornadas de pesca. No salgo a por un pez de 3 kilos, eso es casi una utopía, pero sí que salgo a por los grandes, siempre. Es una forma de entender esto a veces un poco estresante, de hecho, quizás últimamente no estaba disfrutando tanto de algunos buenos peces como debería, siempre exigiéndome más. Lo mismo este pez me hace “relajarme” de algún modo. Algún que otro mamón tiene la culpa de que tenga esta mentalidad: y se lo agradezco, porque sí, salgo a pescar para divertirme prioritariamente, pero como en casi todo me gusta mejorar e ir avanzando.

Sé que es mucha casualidad toparme con un pez así, al igual que tenía la sensación de que en algún momento me iba a topar con uno. Era cuestión de tiempo. Y lo mismo ha sido demasiado pronto, pero el que me conoce y ha pescado conmigo sabe que no habrá sido por intentarlo, por pesado. En bastantes jornadas anteriores, que pude compartir algunas de ellas con amigos de este mundillo, ya había perdido peces notables, quizá (casi seguro) no tan grandes como éste, pero sí de mucha calidad. Recuerdo, al menos, 4/5 veces de ruptura de la línea (20 lb) por parte de algunos peces que se antojaban bastante gordos. Alguno de ellos aún me quita el sueño. Del mismo modo, perdí alguno ya casi en las manos.
Seguro que habéis tenido la sensación alguna vez de estar en comunión con algún escenario de pesca en particular, pues esa es la sensación que tenía yo en mis últimas jornadas pescando este sitio. Parecía tenerlo controlado casi todo, localización, técnica, señuelo, horas más productivas…Sabía qué era exactamente lo que querían y cómo lo querían, y muy pocas veces a lo largo del año puedo decir eso con tal franqueza. Por eso decidí ir un día más, a mediados casi de diciembre, a sabiendas de que los peces estarían notablemente más apáticos y que, posiblemente, ya había perdido mis mejores oportunidades con aquellos peces que fueron más listos que yo en jornadas atrás.

Así que me dispuse a pescar, entrando al agua más tarde que de costumbre, esperando a que los primeros rayos de sol hicieran acto de presencia. El sol, como ya había advertido en anteriores jornadas, era clave en la búsqueda de peces de calidad. Empecé pescando zonas que en otoño albergaban muchos peces, pero ahí no había nada que hacer. Los peces “kileros” había desaparecido, el agua estaba ya demasiado fría. Así que empecé a pescar las zonas en las que tenía mayor esperanza. Al poco de empezar a pescarlas logré el primer pez del día, el que sería el más pequeño de los dos que lograría atrapar (2.300 kg), y el que me dio el patrón para poder hacerme luego con mi nuevo pez récord. Lo engañaría orillado, en aproximadamente un metro de agua, tal y como lograría luego la otra pieza. Unas fotos rápidas y al agua.




Luego decidí pescar una zona que es un paso constante de peces gordos durante casi todo el año. A veces están y a veces no, o sí, pero no siempre dan la cara. Afronté este escenario a la hora clave: a la una y cuarto del mediodía empecé a pescar. Fui tocando distintas zonas hasta llegar a la que me brindaría la picada. El toque del pez fue de lo más sutil, casi imperceptible, pero logré clavar con contundencia al ver cómo el hilo salía despedido hacia un lado. Luego pasaron unos segundos de lo más desquiciantes: hablando con algún amigo, estos comentan que ellos prefieren no ver un pez si luego lo van a perder. Yo opino lo contrario, prefiero verlo. No hay nada más angustioso para mí que esos instantes en los que el pez empieza a correr como un loco por el fondo, yo necesito verlo cuanto antes, al menos verlo, aunque luego se pire en la primera acrobacia. Después de unas carreras brutales, de esas que solo puede hacer un black bass, logré verlo. Dio, bueno, intentó saltar, algo que yo no iba a facilitar en absoluto. Lo intentó en innumerables ocasiones sin que yo fuera capaz de sujetarlo en alguna de ellas. Segundos después, llega ese momento de decidir en qué preciso instante me lo llevo a las manos. Es otro momento crucial, ahí el más mínimo fallo (agarrar la línea, forzarlo durante un salto…) puede ser fatídico. Y fallé en primera instancia, lo quise arrimar a mí antes de lo que él tenía previsto y justo a escasos 30 centímetros de mis manos volvió a correr hacia el fondo sacándome algún metro de hilo. Después de esa carrera se acabó, recuperé línea rápidamente y levantándolo a pulso lo coloqué en mi mano derecha. Ese momento, esa boca, no se me olvidará jamás. Intuía que podía andar cerca de los tres, pero la báscula me ofreció rápido la respuesta: 3.140 kg.








Anduve nervioso como una hora más después de la captura, tanto que perdí algún pez más no sé de qué manera.


Ahora solo queda volver a tener esa pizca de suerte necesaria para cruzarte con un pez de estos y que, en ese preciso momento, todo se ajuste a la perfección. Lo mismo no llega nunca más, quién sabe. Lo peor, como casi siempre en estos casos (iba solo), son las fotos. La cámara, sin batería y el móvil haciendo lo que podía. El móvil, que es un troll tremendo, incluso llegó a decirme nada más coger el pez que la cámara no estaba disponible. Para mi suerte, se recuperó y dejó de jugar conmigo. Las fotos fueron obra de un anciano que casualmente paseaba por allí y que parecía tocar un móvil por primera vez. Fue muy amable aguantándome a mí y mi nerviosismo.  Espero no haberos aburrido demasiado con esta crónica tan poco detallada en la que, más que nada, he querido transmitir una sensación, algo que los que no pescan éste pez casi seguro que no comprenden.