blogroll

SÍGUEME EN INSTAGRAM

Encontrarás más fotos de cada salida de pesca

NUEVO RÉCORD DE BLACK BASS

Este año volví a batir mi nuevo récord de black bass. Los 3kg ya están más cerca.

BLACK BASS PREFREZA EN PEQUEÑAS MASAS DE AGUA

Una breve explicación de cómo afronto estos días pescando en sitios de pequeñas dimensiones

¿YA NOS OLVIDAMOS DEL SENKO?

Ya no se habla del senko, o se quiere hablar. Modas.

UN BUEN SUSTO

En el momento más inesperado me topé con un enorme barbo que puso a prueba mi equipo

miércoles, 16 de diciembre de 2015

3.140 kg de Bass

No sé si me ha llegado muy pronto o muy tarde, pero ya lo tengo. No era una obsesión, pero si una prioridad en cada una de mis jornadas de pesca. No salgo a por un pez de 3 kilos, eso es casi una utopía, pero sí que salgo a por los grandes, siempre. Es una forma de entender esto a veces un poco estresante, de hecho, quizás últimamente no estaba disfrutando tanto de algunos buenos peces como debería, siempre exigiéndome más. Lo mismo este pez me hace “relajarme” de algún modo. Algún que otro mamón tiene la culpa de que tenga esta mentalidad: y se lo agradezco, porque sí, salgo a pescar para divertirme prioritariamente, pero como en casi todo me gusta mejorar e ir avanzando.

Sé que es mucha casualidad toparme con un pez así, al igual que tenía la sensación de que en algún momento me iba a topar con uno. Era cuestión de tiempo. Y lo mismo ha sido demasiado pronto, pero el que me conoce y ha pescado conmigo sabe que no habrá sido por intentarlo, por pesado. En bastantes jornadas anteriores, que pude compartir algunas de ellas con amigos de este mundillo, ya había perdido peces notables, quizá (casi seguro) no tan grandes como éste, pero sí de mucha calidad. Recuerdo, al menos, 4/5 veces de ruptura de la línea (20 lb) por parte de algunos peces que se antojaban bastante gordos. Alguno de ellos aún me quita el sueño. Del mismo modo, perdí alguno ya casi en las manos.
Seguro que habéis tenido la sensación alguna vez de estar en comunión con algún escenario de pesca en particular, pues esa es la sensación que tenía yo en mis últimas jornadas pescando este sitio. Parecía tenerlo controlado casi todo, localización, técnica, señuelo, horas más productivas…Sabía qué era exactamente lo que querían y cómo lo querían, y muy pocas veces a lo largo del año puedo decir eso con tal franqueza. Por eso decidí ir un día más, a mediados casi de diciembre, a sabiendas de que los peces estarían notablemente más apáticos y que, posiblemente, ya había perdido mis mejores oportunidades con aquellos peces que fueron más listos que yo en jornadas atrás.

Así que me dispuse a pescar, entrando al agua más tarde que de costumbre, esperando a que los primeros rayos de sol hicieran acto de presencia. El sol, como ya había advertido en anteriores jornadas, era clave en la búsqueda de peces de calidad. Empecé pescando zonas que en otoño albergaban muchos peces, pero ahí no había nada que hacer. Los peces “kileros” había desaparecido, el agua estaba ya demasiado fría. Así que empecé a pescar las zonas en las que tenía mayor esperanza. Al poco de empezar a pescarlas logré el primer pez del día, el que sería el más pequeño de los dos que lograría atrapar (2.300 kg), y el que me dio el patrón para poder hacerme luego con mi nuevo pez récord. Lo engañaría orillado, en aproximadamente un metro de agua, tal y como lograría luego la otra pieza. Unas fotos rápidas y al agua.




Luego decidí pescar una zona que es un paso constante de peces gordos durante casi todo el año. A veces están y a veces no, o sí, pero no siempre dan la cara. Afronté este escenario a la hora clave: a la una y cuarto del mediodía empecé a pescar. Fui tocando distintas zonas hasta llegar a la que me brindaría la picada. El toque del pez fue de lo más sutil, casi imperceptible, pero logré clavar con contundencia al ver cómo el hilo salía despedido hacia un lado. Luego pasaron unos segundos de lo más desquiciantes: hablando con algún amigo, estos comentan que ellos prefieren no ver un pez si luego lo van a perder. Yo opino lo contrario, prefiero verlo. No hay nada más angustioso para mí que esos instantes en los que el pez empieza a correr como un loco por el fondo, yo necesito verlo cuanto antes, al menos verlo, aunque luego se pire en la primera acrobacia. Después de unas carreras brutales, de esas que solo puede hacer un black bass, logré verlo. Dio, bueno, intentó saltar, algo que yo no iba a facilitar en absoluto. Lo intentó en innumerables ocasiones sin que yo fuera capaz de sujetarlo en alguna de ellas. Segundos después, llega ese momento de decidir en qué preciso instante me lo llevo a las manos. Es otro momento crucial, ahí el más mínimo fallo (agarrar la línea, forzarlo durante un salto…) puede ser fatídico. Y fallé en primera instancia, lo quise arrimar a mí antes de lo que él tenía previsto y justo a escasos 30 centímetros de mis manos volvió a correr hacia el fondo sacándome algún metro de hilo. Después de esa carrera se acabó, recuperé línea rápidamente y levantándolo a pulso lo coloqué en mi mano derecha. Ese momento, esa boca, no se me olvidará jamás. Intuía que podía andar cerca de los tres, pero la báscula me ofreció rápido la respuesta: 3.140 kg.








Anduve nervioso como una hora más después de la captura, tanto que perdí algún pez más no sé de qué manera.


Ahora solo queda volver a tener esa pizca de suerte necesaria para cruzarte con un pez de estos y que, en ese preciso momento, todo se ajuste a la perfección. Lo mismo no llega nunca más, quién sabe. Lo peor, como casi siempre en estos casos (iba solo), son las fotos. La cámara, sin batería y el móvil haciendo lo que podía. El móvil, que es un troll tremendo, incluso llegó a decirme nada más coger el pez que la cámara no estaba disponible. Para mi suerte, se recuperó y dejó de jugar conmigo. Las fotos fueron obra de un anciano que casualmente paseaba por allí y que parecía tocar un móvil por primera vez. Fue muy amable aguantándome a mí y mi nerviosismo.  Espero no haberos aburrido demasiado con esta crónica tan poco detallada en la que, más que nada, he querido transmitir una sensación, algo que los que no pescan éste pez casi seguro que no comprenden.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Sol y claros: no voy de pesca

Seguro que no soy el único que oye de parte de algún familiar o amigo que sabe de mi pasión aquello de “vaya sol, qué buen día de pesca tienes hoy!”, y no. Para mí un buen día de pesca, entendiendo la pesca como ir a sacar el mayor número de peces (grandes si puede ser) posible, no es aquel en el que el sol brilla en todo lo alto, no se atisba ninguna nube presenciando la escena y, además, el viento no se hace notar.

Esos días son extraordinarios para disfrutar del campo, de la naturaleza, y de la calma y tranquilidad que estos ofrecen, pero no para ir a PESCAR.

Pez con montaje wacky en un día duro, sin viento, ni nubes



Para coger las cañas prefiero un día gris, feo, de esos en los que el viento incomoda. Tampoco le hago ascos a una pequeña llovizna, ni a esos instantes de frenesí antes de la tormenta.

Nubes y viento


Son muchos los días de este  año en los que he podido vivir uno y otro extremo, y la diferencia de resultados se antoja abismal. En días oscuros y con brisa, el abanico de posibilidades se multiplica por mil, haciendo mucho más sencillo el engaño. En el otro caso, tendremos que armarnos de paciencia para conseguir alguna picada. Si además, al sosiego reinante le unimos que el agua goza de una transparencia absoluta, nuestras opciones descenderán de manera drástica.

En mi experiencia existen dos extremos para obtener picadas en estos días de tranquilidad acuática absoluta: utilizar montajes finesse, dando tiempo al pez para tomar el señuelo, o todo lo contrario, pescar por pura reacción, con jigs (mayormente a la caída), jerk duros movidos de manera errática, o un señuelo de superficie movido a toda prisa.


Así que, si podéis elegir días para ir a pescar, tomádlos grises, que sientan mejor. O tomádlos todos.

Un pez reciente con jig a la caída en un día "muerto". Picó en un pico de actividad del viento.




viernes, 25 de septiembre de 2015

Mejor para después

Son muchas las ocasiones en las que recibimos alguna picada brusca de un pez activo que no vuelve a por el señuelo tras perdonar una primera ocasión. Hace unos cuantos días tuve la suerte de hacerme, muchos minutos después, con dos de esos peces que, tras haber realizado un ataque sin éxito, no quisieron volver a saber de mi señuelo hasta que me mudé de zona para volver a intentarlo tiempo después, con fortuna.

La primera de las picadas se produjo al poco tiempo de comenzar a pescar, y digo picada por ser sutil. Iba haciendo orilla con un jerk blando y la verdad, algo desconcentrado, cuando un buen bass emergió desde el fondo para intentar tomar el señuelo cuando ya lo tenía a escasos 50 centímetros de mis rodillas.  Le pude ver la boca, era grande, por lo que me separé de la zona donde se habia producido la picada para intentar su captura. No fue posible, cambié de señuelo, de presentación, y de ángulo de lance (muy importante), pero no hubo respuesta, por lo que decidí dejar ese pez para última hora, intuyendo que no se movería de aquella zona, y así fue.

Siguiendo escenario arriba, pescando con jig recibí una picada casi imperceptible pegado a un palo que se adentraba varios metros en el agua. Fue a la caída, pero tal y como había sucedido antes, el bass no quiso repetir. Otro para después. Al menos iba sacando algún que otro pez por el camino, y a la vuelta ya tenía dos más esperando en la recámara.

Ya de vuelta, y con varios lances bonitos para el recuerdo, llegué a la zona donde me había olfateado el jig el pez apostado en el palo. Solo hizo falta un ajustado lance con la spinnerbait para arrancar su potente picada. Unas cuantas ramas esquivadas, no sin apuros, foto y al agua de nuevo.




 Y llegué a la zona donde al principio de la jornada un buen bass mostró toda su boca fuera del agua para coger mi jerkbait blando. De nuevo mismo ritual y mismo desenlace, aunque esta vez me costó más de un lance. No fue hasta el tercero, el más ajustado de todos, cuando el bass tomó la spinner a la caída. No era tan grande como yo esperaba, quizá lo intuí mayor al verlo tan de cerca la primera vez, aún así se trataba de un buen pez, precioso además.


Pues eso, mejor para un poco más tarde. Mejor para después.

sábado, 22 de agosto de 2015

La pesca del black bass con ranas

Se aproxima (quizás ya estemos inmersos en ella), una de las mejores épocas del año para pescar con ranas. Quizá, una de las formas de pescar más apasionantes que conozco. Una técnica, además, que casi no entiende de peces pequeños, al menos desde mi experiencia.

No dudo que sea una técnica que haga levantar peces todo el año, pero en mi caso, es a finales de verano y ya inmersos en pleno otoño cuando mejores capturas y más picadas produce la pesca con esta imitación del saltarín anfibio.









Y no soy ningún experto en la materia, desde luego. Además, he tenido la ocasión de pescar con muy pocas imitaciones de ranas. Como digo, es un señuelo que uso casi exclusivamente en esta época, y durante las jornadas no son tampoco excesivos los lances que le dedico, a no ser que la jornada se torne puramente ‘ranera’. Ahora pasaré a explicar cuándo y cómo me gusta pescar con ranas.

Como casi todos los señuelos de superficie, las ranas suelen funcionar mejor con la salida o la puesta del sol. Es a última hora de la tarde cuando más tiempo le dedico. Aún así, algunas de mis mejores capturas con este señuelo se han producido en plena tarde. Me gusta pescar con las ranas, sobre todo, en los algueros: son el sitio ideal. Pasándolas por encima de lo más tupido, las puntas, o por los pasillos que forman las algas. Casi siempre a toda velocidad. Las puntas de los árboles o la base de un gran tronco son otro de los sitios idóneos para pasear este señuelo, incluso llegando a golpear la madera. La mayoría de picadas, en mi caso, se han producido por pura reacción.


Si hay una imitación de rana que me tiene completamente ganado, esa es la Basirisky de DEPS. Y no puede ser más simple, pero ese danzar de las patitas a toda velocidad los vuelve locos. Es mi rana por antonomasia, aunque este año me he hecho con una tipo popper, para alguna ocasión que procure ser más paciente.
La Basirisky me ha funcionado casi siempre mucho mejor recogida a toda velocidad, y casi siempre los días nublados y con mucho viento han sido los mejores para su desempeño. Aún así, también me ha dado algún que otro pez dejándola completamente parada.



Suele ser, además, un señuelo muy selectivo, ya que es un bocado demasiado contundente para los pequeñajos y supone un gran aporte de energía para los grandes basses.

Me gusta usarla en momentos de mucha actividad, para seleccionar grandes peces, y también en esos ratos en los que no se mueve un pez en el escenario: es en ese momento cuando cojo la rana y la lanzo cuantas más veces mejor por las zonas que creo pueden albergar un gran pez. Ese danzar sinuoso de una gran rana puede desencadenar la picada de un pez apático. Esto puede sonar a contradicción pero, ¿qué en la pesca del bass no lo es?




Las ranas de vinilo son otra de las imitaciones a tener muy en cuenta para pescar algo más lento con este anfibio. Son una de mis asignaturas pendientes, aunque ya me hayan dado peces, no he logrado sacarles ninguno gordo de verdad.

Hablando del equipo a emplear, me gusta pescar con una caña larga. Yo en concreto empleo una 7´6 Heavy. El sedal es primordial aquí. Lo idóneo para mi gusto sería emplear un trenzado, aunque yo ahora uso un fluorocarbono de 20 lb. Mucha gente detesta o no confía en el uso de ranas como la Basirisky por su dificultad para clavar, dicen. Con el uso de este tipo de ranas es conveniente, aunque es complicado, aguantar a que el pez tome bien el señuelo e incluso logré darse la vuelta. Luego, la caña, el hilo, y el poderoso anzuelo harán el resto. Aunque la adrenalina de ese momento de explosión en superficie nos juegue a veces malas pasadas.

Os animo a probar la pesca en superficie con ranas, aunque solo sea por la brutalidad de los ataques.
Adjunto un vídeo de algunas picadas a la Basirisky Hard Belly. Son todas de la misma tarde. La primera postura es un árbol que asomaba mínimamente, y que abergaba también algas: ahí el pez engulló la rana después de bastantes lances por las cercanías del árbol. La segunda picada es una de las más comunes, atravesando la fila de algas a toda velocidad y tomando el señuelo justo al rebasarlas. En la última picada el pez toma el señuelo completamente parado en lo más tupido del alguero. Aquel día me dejé la caña heavy de casting en casa y tuve que acoplar una de spinning al carrete de casting con trenzado. Esa última captura tuve que sacarla con las manos, al quedarse trabada en las algas: una situación que sucede a menudo y para la que aconsejo no destensar nunca la línea y acudir lo más rápido posible a las algas para meter el brazo a por nuestro pez.
Espero que todas estas letras y el vídeo puedan ser mínimamente instructivos para alguien.




miércoles, 12 de agosto de 2015

Que descansen

Esta semana no habrá pesca. Este fin de semana queda para otras tareas.
El recuerdo de mi última salida no es demasiado bueno. Fue un día complicado, la mañana comenzó bien con dos buenos peces. Ambos costaron muchos lances a una misma zona y tener que cambiar varias veces de señuelo. La paciencia fue, como casi siempre, el factor clave, y el jig el mejor señuelo del día.
Y digo que la jornada no fue demasiado buena porque pudo ser buena de verdad. Pocos minutos antes de salirnos del agua perdí un gran pez. No lo llegué a ver, pero no me hace falta. El sitio era el idóneo, ya antes lo habíamos tocado concienzudamente sin resultado y decidimos darle de nuevo otra oportunidad antes de salir del agua. Y ahí estaba esperando el bass, pero, por mala suerte o váyase usted a saber, no lo pude clavar bien. El carrete, en ese momento crucial de la clavada, me falló. El freno no estaba todo lo apretado que debería y la clavada fue fallida al soltar hilo en ese momento. Lo tuve unos escasos cuatro segundos clavados. Tendré que volver a por él más pronto que tarde. Os dejo algunas fotos de ese día y otra de la jornada anterior.





jueves, 23 de julio de 2015

Paciencia

Las temperaturas no bajan lo más mínimo, y la actividad sigue siendo casi nula. Aún así, sigo teniendo esa pizca de suerte para conectar con algún pez grande. El otro día logré sacar el mayor de este verano, un bass enorme y cabezón de 2.300 kg.
Fue a primera hora de la mañana, como suele ser lógico. Se había levantado un día fresco, y soplaba una brisa que siempre ayuda a que la actividad aumente. Después de esa captura la mañana fructificó en algunas picadas de peces pequeños, y otro de buen tamaño que no logré clavar.
Ahora hay poco más que contar. Toca armarse de paciencia y tratar de dar con ese pez que en ese instante puntual entre a comer a nuestras zonas favoritas.
Las fotos son el peor recuerdo del día. No se salva ni una, no hacen justicia a semejante pez.



miércoles, 15 de julio de 2015

Veranazo

Ahora, desgraciadamente, cada vez puedo salir menos. Si acaso una vez a la semana, y esa salida la sigo dedicando al black bass, ¡faltaría más!

La escapada tras los siluros se sigue aplazando, y me da a mi que va para largo. Además, si sigo teniendo la misma suerte en las pocas salidas que hago, nada me va a hacer cambiar de opinión.
La última jornada fue de lo más dura. Suena a tópico, si, pero es cierto. Cuando están fáciles también habrá que decirlo, pero eso será más adelante, no ahora.

Los peces ya están entrando en las zonas que suelen frecuentar por estas fechas, pero se muestran reacios a casi cualquier presentación. Ni siquiera los pequeños estaban activos.
Entramos al agua sobre las ocho de la mañana, pero no fue hasta casi las doce, cuando el sol se mostraba en plenitud cuando conseguí arrancar la primera picada de un pez de talla: un bass que pasó por poco de los dos kilogramos, y que me hizo sudar de lo lindo.




Ya cuando nos dirigíamos a salir del agua, hicimos una última parada, y pude hacerme con otros peces bonitos, largos, delgados, y muy meticulosos a la hora de tomar el señuelo, un swimbait blando.




Y cómo se disfrutan ahora estos peces, qué fuerza. Son unas bestias.
El verano es, sin duda, una de las épocas más bonitas para pescar, difícil, pero preciosa. Y conmigo, de momento, se está portando de nuevo muy bien.


lunes, 29 de junio de 2015

Una montaña rusa

Subir y bajar, para después volver a subir. Ese fue el transcurso emocional de un rato de pesca que no supuso más de dos horas, de las que pescando peces estuve sólo media. La otra pesca fue mucho más trascendental.

Tenía poco tiempo para terminar la tarde y decidí hacerlo en un lugar que me trae muy buenas sensaciones. Un sitio de esos en el que tienes depositadas siempre infinitas esperanzas, del que sabes de su potencial, y que ya te ha brindado algún que otro buen rato en forma de pez gordo y picadas espectaculares.

Los tres primeros enclaves del escenario que decidí pescar no me dieron ni un solo pez, aunque si alguna picada pescando lento, picadas que no se sucedían en clavadas ya que el pez no llegaba a tomar el vinilo, sólo lo golpeaba.
Con esto llegué a una zona en la que jugármelo todo a una carta. Si había algún buen pez en disposición de picar, debía estar ahí.

Lo intenté primero en superficie, pescando con un paseante de tamaño medio, machacando la zona una y otra vez desde todos los ángulos posibles, pero no hubo resultado. El plan “b” consistió en pescar lento con un Big Ika, dejando que cayera con parsimonia al fondo y arrastrándolo por éste muy despacio. El resultado fue el mismo. Así que lo intenté con un jerk de vinilo realizando movimientos erráticos, y después pescando con él a la caída, pero la picada seguía sin producirse.
La confianza lo es todo, ya sea en un señuelo, en una técnica, o en un lugar determinado del que sabes, o más bien intuyes, que puede aguardar un buen pez. Y así fue, en otra situación o en otro enclave habría dejado la zona y habría cambiado de localización, pero la confianza, y el instinto me inclinaron a realizar unos últimos lances con el paseante de nuevo.

Ya en la primera prospección de nuevo con el paseante se produjo la picada, o el ataque, para ser más exacto. El pez salió entero del agua a por el paseante, como un delfín, lo pude apreciar con exactitud. Era un pez grande, con unos tonos amarillentos, largo, y muy fino dado el trabajo que me había costado verlo asomar. Ante semejante ataque fallido dejé el paseante inmóvil, y a continuación volví a darle vida, pero el bass no andaba por la labor de perseguirlo demasiado.

Volví a realizar el mismo lance que el anterior, pero el pez no quiso repetir. De nuevo la misma operación, lance largo, el paseante pasando por la misma zona movido a baja velocidad, y por fin la picada. Ésta vez no falló. A la tercera fue la vencida, como se suele decir.
Poco más de un minuto después (en el momento parece mucho más tiempo), y varios saltos por medio, consigo hacerme con un pez que sabe especialmente bien en estas fechas.



Entonces toco bajar por la montaña rusa. Yo andaba aún pensando en el lance tan bonito que me había deparado ese luchador pez cuando, sin saber cómo había pasado, me había quedado sin una caña. La sensación entonces fue un poco de incredulidad, no me creía que se me podía haber caído una caña, pero así era. Tocaba buscar.

En esos momentos los nervios no te dejan casi pensar, y más si estás solo y no tienes ayuda de nadie. Así que la búsqueda no comenzó de la mejor manera. Luego caí en la cuenta de que el mejor señuelo para la búsqueda sería el lipless, y así fue. Yo, que nunca pesco con lipless, siempre llevo uno, y en qué buena hora. Una hora después, casi de noche, y un baño por medio palpando el fondo con las manos, pude hacerme con la caña.

Esa alegría fue aún mayor que la de haber sacado aquel esquivo pez con el paseante.
La mejor captura de éste año, sin ninguna duda. Suerte la mía. El lipless salvador iba a indultarlo, sacarlo de mi caja, pero creo que como talismán, y futuro recurso “pescacañas” estará mejor.

Sujetad bien vuestras cañas, o en todo caso, llevad un lipless.


martes, 23 de junio de 2015

Sol y peces

En verano DEBEMOS reducir las horas a pescar en nuestras jornadas. Pescar las horas centrales, aquí en Extremadura, es cosa de locos. Hace unos días lo hice, para no volver. Aunque los peces tuvieron un notable pico de actividad cuando el sol estaba en lo más alto, el resto de la tarde, hasta el ocaso, fue un suplicio. Los peces de cierta talla estaban apáticos, y sólo los pequeñajos atacaban nuestros señuelos sin miramientos.
 Los alburnos estaban desaparecidos, y no atisbamos ningún ataque en superficie tras ellos, sin embargo las imitaciones de éste pez pasto fueron lo más fructífero de la jornada. Los mejores peces que pudimos engañar fueron susceptibles a jerkbaits blandos, tomándolos cuando imitábamos movimientos erráticos al principio, y parados al caer la tarde.

La actividad al caer la tarde no supuso un boom de actividad como preveíamos. Aún así, otro bonito pez tomó mi buzzer con agresividad.



Es una gozada pelear un pez de estos en estas circunstancias, están repletos de fuerzas. Uno de ellos se quedó sin posar para la cámara tras partirme la línea al salir disparado hacia una cobertura sumergida. Sé donde está, volveré.

También pudimos mover algún pez que se encontraba agazapado en la cobertura más tupida de la orilla, uno de ellos tras comerse mi cangrejo de vinilo acabó dándome un buen golpe en la cara: es lo que tiene clavar con excesiva fuerza un pez de unos 100 gramos.
En definitiva un día duro de pleno verano, pero en el que los peces, al menos, nos dieron oportunidades.


martes, 16 de junio de 2015

Sígueme en Instagram


lunes, 25 de mayo de 2015

Comiendo por reacción

El día anterior ya oí la misma cantinela: “salen pocos peces y pequeños”. El día acabó por darnos un puñado de peces grandes.
Pues bien, éste día me encaminé hacia uno de mis escenarios favoritos que, en cambio, éste año no había pescado aún. Tenía que ir. Era el momento, ya que la semana siguiente me iba a ser imposible. Decidí echar la tarde, aprovechando al máximo el ocaso.

Las expectativas eran las justas dados los comentarios que escuchaba. Los peces no parecían dar la cara excesivamente, ni siquiera los pequeños.
Toqué una zona amplia que otros años en éste punto de la postfreza rebosaba actividad en ciertos momentos del día.

 Se veían alburnos por las orillas y peces pequeños cazando. Al menos me iba a entretener. Y así estuve un rato, entreteniéndome, aunque tampoco me lo ponían fácil esos peces. Me costó cambiar varias veces de señuelo hasta que di con el que los ponía “tontos”.

Estuve así algo más de una hora, hasta que llegué a la zona en la que tenía depositada más esperanzas. Entonces tocó cambiar de patrón. Los peces grandes no andaban por las orillas, y comencé a hacer lances largos con vinilos livianos a la caída, buscando una presentación lenta, pero éste día la lentitud y la delicadeza no eran las claves.


No se veían ataques, el embalse estaba en calma, y el calor apretaba. Lo seguí intentando golpeando zonas de pizarras en torno a los cuatro o cinco metros con lombrices de vinilo y tubos, pero los peces de buen tamaño seguían sin aparecer.

Ya mediada la tarde aposté por pescar de manera rápida, y ¡“Eureka”!.  Casi siempre suelo pescar de manera rápida cuando el viento es incesante o la actividad de los peces es alta, pero éste día determinó todo lo contrario. Ya había tenido alguna jornada similar.
Así, pescando rápido, me topé con dos peces que me alegraron significativamente la tarde. Antes lo había intentado pescando en superficie en torno a una hora, pero no había movimiento.
Un sinfín de peces pequeños y dos bonitas hembras postspawn fueron el balance de una tarde de lo más entretenida. Un día para aprender (como siempre).




En cuanto a lo del principio sólo puedo decir que el que pesca con asiduidad sabe cómo funciona esto. Unos días los peces tienen más actividad y otros días menos, pero incluso en esos períodos de menos actividad hay alguna opción de sacar jugo a la jornada. Desde donde sí que no existe actividad es desde la pantalla del portátil. Que no te lo cuenten.

lunes, 18 de mayo de 2015

Superficie en postfreza

La postfreza es un patrón estacional de lo más complicado a la hora de dar con peces grandes. Hay días en los que te los puedes encontrar merodeando las orillas, alimentándose compulsivamente. Sin embargo, pasadas algunas semanas se antoja difícil dar con peces de calidad, como si hubieran desaparecido.





Hay momentos puntuales a lo largo de estos días en los que las grandes hembras se alimentan de manera abundante en cortos períodos de tiempo. Será escaso el tiempo que tengamos para conectar con esos peces en actitud de caza.




La localización del alimento es de nuevo un factor vital para encontrar peces de buen tamaño. Luego, basta con armarse de paciencia y dar con esos momentos de frenesí alimenticio.
La pesca en superficie es ahora uno de los mejores recursos para engañarlos, sobre todo, dada la expansión del alburno; dieta base del black bass.



La presentación y la elección del señuelo variarán en función de las condiciones climatológicas.

Hélices, buzzers, paseantes de mediano tamaño, paseantes gigantes, o poppers pueden hacernos pasar ratos de lo más intensos.
Una picada de un pez grande en superficie se queda grabada siempre en la retina, esa explosión en la capa superficial del agua no es comparable a ninguna otra sensación que produzca ésta pesca. Sólo por eso merece la pena intentarlo.

lunes, 4 de mayo de 2015

Complicado día de postfreza

Hace unos cuantos días disfruté de uno de esos complicados días de postfreza, en los que los peces no andan por la labor de cazar, ni de moverse demasiado. Un día con sol y sin viento, de esos que parecen invitar a ir a pescar, pero que raramente suelen ser tan satisfactorios como los días "movidos". Esta época es, sin embargo, una gran fecha para pasar un día divertido en los que los peces se alimentan de manera abundante, aunque dar con una gran hembra es complicado.
Éste día los peces estaban apáticos, además, la claridad del agua hacía muy difícil que los peces entraran al engaño.
Algún lucio me hizo disfrutar mientras pescaba con un 6lb.

Los basses, el objetivo, sólo atacaban con cierta claridad los jerkbaits blandos. Con claridad, a veces, otras veces simplemente lo seguían hasta la embarcación. Así, tras varios peces de kilo, salió el pez más grande de la jornada. Una bonita hembra que se estaba alimentando tras la freza.