Seguro que no soy el único que oye de parte de algún
familiar o amigo que sabe de mi pasión aquello de “vaya sol, qué buen día de
pesca tienes hoy!”, y no. Para mí un buen día de pesca, entendiendo la pesca
como ir a sacar el mayor número de peces (grandes si puede ser) posible, no es
aquel en el que el sol brilla en todo lo alto, no se atisba ninguna nube
presenciando la escena y, además, el viento no se hace notar.
Esos días son extraordinarios para disfrutar del campo, de
la naturaleza, y de la calma y tranquilidad que estos ofrecen, pero no para ir
a PESCAR.
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Pez con montaje wacky en un día duro, sin viento, ni nubes |
Para coger las cañas prefiero un día gris, feo, de esos en
los que el viento incomoda. Tampoco le hago ascos a una pequeña llovizna, ni a
esos instantes de frenesí antes de la tormenta.
Nubes y viento |
Son muchos los días de este
año en los que he podido vivir uno y otro extremo, y la diferencia de
resultados se antoja abismal. En días oscuros y con brisa, el abanico de
posibilidades se multiplica por mil, haciendo mucho más sencillo el engaño. En
el otro caso, tendremos que armarnos de paciencia para conseguir alguna picada.
Si además, al sosiego reinante le unimos que el agua goza de una transparencia
absoluta, nuestras opciones descenderán de manera drástica.
En mi experiencia existen dos extremos para obtener picadas
en estos días de tranquilidad acuática absoluta: utilizar montajes finesse,
dando tiempo al pez para tomar el señuelo, o todo lo contrario, pescar por pura
reacción, con jigs (mayormente a la caída), jerk duros movidos de manera
errática, o un señuelo de superficie movido a toda prisa.
Así que, si podéis elegir días para ir a pescar, tomádlos
grises, que sientan mejor. O tomádlos todos.
Un pez reciente con jig a la caída en un día "muerto". Picó en un pico de actividad del viento. |
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